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EL ESTADO MENTAL DEL SABELOTODO VS LA VERDADERA EXPERIENCIA.

“Yo sólo sé que no sé nada”. Sócrates estaba convencido de esto y llegó a esta conclusión por experiencia propia. Tal vez era porque estaba limitado a los avances de la época en que vivió. No tenía Internet ni podía viajar al otro lado del mundo… Nosotros que sí contamos con estas cosas tenemos la ventaja de poder saberlo todo.

Tenemos el mundo y el conocimiento al alcance de nuestras manos. Un clic = todo lo que el colectivo de la humanidad moderna sabe al respecto de la palabra o frase que tecleamos. Un clic, un chófer viene por nosotros y nos lleva a un lugar nuevo. Otro par de clics y el mundo entero sabe que estuvimos ahí. Un clic, un vuelo, otra ciudad, otro país… La ventaja de poder conocerlo todo.

En la superficie, el mundo se ha vuelto pequeño y conocido. Pobre pequeño globo de tierra, los turistas se pasean alrededor de ti tan fácilmente como se pasean alrededor de un parque. Ya no quedan misterios, hemos estado ahí, lo hemos visto, sabemos todo al respecto. Hemos recorrido el mundo y el mundo ha sido recorrido. Esto es bastante cierto, en la superficie.

“En las superficies, horizontalmente, hemos estado en todas partes y hecho todo, sabemos todo al respecto”

– D.H. Lawrence; The Spell of New Mexico.

Hoteles aquí y allá. Restaurantes aquí y allá. Calles, tiendas, mercados, museos, parques, luces, gente… aquí y allá. Ciudades, pueblos y naturaleza… aquí y allá. Lo conocemos todo y todo es un poco diferente pero al final es más de lo mismo… Sin importar cuánto nos movamos, cuánto viajemos y cuánto dinero gastemos en ello.

¿Qué es una experiencia?

¿Por qué dicen que nuestros bisabuelos tenían más experiencia del mundo que nosotros si ellos pasaron toda la vida en un mismo lugar?

La palabra experiencia viene del latín experientĭa (derivado de experiri, «comprobar»), es una forma de conocimiento o habilidad derivados de la observación, de la participación y de la vivencia de un evento; proveniente de las cosas que suceden en la vida, es un conocimiento que se elabora colectivamente. ¿Será esta la respuesta a ambas preguntas a la vez? Tal vez la cosa es que, a pesar de que nosotros presenciamos más eventos que nuestros bisabuelos, ellos observaban, participaban y vivían esos eventos mientras nosotros nos limitamos a atestiguarlos y fotografiarlos sin participar, vivir, ni siquiera observar a detalle… nuestra “experiencia” es solo superficial.

A veces la palabra experiencia se utiliza para referirse al conocimiento de algo, o habilidad para ello, que se adquiere al haberlo realizado, vivido, sentido o sufrido una o más veces. En ocasiones se refiere al conjunto de conocimientos que se adquieren en la vida o en un período determinado de ésta. Otras veces se refiere al suceso o hecho del que se obtiene este conocimiento.

Esto convierte al concepto en uno bastante complejo y que implica muchas variables; todas las variables presentes en el individuo y su contexto para ser exactos. La experiencia como suceso está conformada por una combinación de elementos como un lugar, un momento, una acción, un estado mental y emocional, las personas que nos rodean… combinados con nuestra historia personal, y nuestras creencias. Como conocimiento o habilidad implica además una reflexión, un proceso cognitivo-afectivo y una integración en la memoria y en la identidad.

Cuando visitamos lugares o realizamos actividades sólo por el hecho de hacerlas o por el reconocimiento, lo más probable es que la experiencia resultante (conocimiento) esté más relacionada con el haber añadido algo a la lista de logros o con haber logrado cierta respuesta por parte de los seguidores o la sociedad y no con el lugar o actividad en sí misma. Es una vivencia superficial de los momentos ya que se evita la reflexión y aprendizaje significativos. Se aprende que a la gente le gustan más ciertos tipos de fotos que otros o que si se agrega un hashtag se consiguen más comentarios y likes. Pero no se aprende sobre uno mismo, sobre las emociones experimentadas y las reacciones manifestadas, sobre las motivaciones que nos impulsan, las habilidades que poseemos y el grado en el que las dominamos, los obstáculos que nos frenan interna y externamente, la forma en que enfrentamos situaciones, la forma en que tomamos decisiones, la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con otras personas, la forma en que interpretamos el mundo, las cosas que influencian esa visión, nuestra escala de valores, la forma en que asignamos valor a las cosas, … (llene el espacio en blanco).

Nos estamos conformando, limitando y aficionando a las experiencias piratas. Desde afuera parecen experiencias maravillosas pero todas se tratan de lo mismo. En palabras de Lawrence, “¡Pobres criaturas que somos!”, anhelamos experiencias, sin embargo somos como moscas (u hormigas) que caminan sobre la pura y transparente envoltura en la que el mundo, como un dulce, está tan cuidadosamente envuelto que nunca podemos llegar a él, a pesar de que lo vemos ahí todo el tiempo mientras nos movemos sobre él, aparentemente en contacto, pero en realidad tan alejados como si fuera la luna”.

¿Cómo se le hace para romper esa envoltura y conocer el mundo verticalmente?

La clave es adentrarse en el lugar con todos los sentidos.

Muchas veces lo que hacemos es estar en un lugar, en casa o al otro lado del mundo, pero nos adentramos en él sólo con la vista y mantenemos el resto de los sentidos protegidos con cosas familiares. Podemos estar en un país desconocido, pero traemos con nosotros una pequeña gran maleta con todas nuestras pertenencias para sentirnos como en casa. Seguimos conectados con todas nuestras amistades a través de las redes electrónicas. Estamos allá pero somos cautelosos con lo que comemos y bebemos, no vaya a ser que la comida desconocida nos caiga mal. Buscamos restaurantes de cadenas internacionales porque “más vale malo conocido…”. Nos quedamos en hoteles de cadenas internacionales para poder saber qué esperar y para asegurarnos de tener todas las comodidades a las que estamos acostumbrados. También podemos hacer esto sin salir de casa, bloqueando nuestros sentidos y manteniéndonos en una burbuja que algunos llaman zona de confort. Nuestro sentido de lugar está limitado por esa burbuja.

“Un sentido de lugar (La forma en que percibimos un lugar; el lente a través del cual las personas experimentan y crean significado de sus experiencias en y con un lugar) es una entrada al mundo más grande”

– Naturalist Robert Michael Pyle; R. Louv, p.68.

Al adentrarse en un lugar con todos los sentidos, es posible desarrollar un sentido de lugar más profundo. Deja de ser sólo un punto en el mapa o un escenario y se convierte en experiencia, integrando un significado que es particular a la persona en el lugar y momento. Así es como es posible romper la envoltura y conocer realmente un lugar. Observando, escuchando, probando, interactuando, compartiendo – inevitablemente se genera un cambio en la persona que estará siempre ligado al lugar en el que se produjo.

Igual que la experiencia superficial puede suceder en cualquier ubicación geográfica, traspasar la envoltura de la civilización y penetrar el mundo verticalmente puede hacerse en cualquier lugar físico, ya que tiene más que ver con la disposición y acciones de la persona que con el lugar en sí mismo. Sin embargo, hay lugares en los que la envoltura es más delgada y por lo tanto es más fácil empezar por ahí… en la naturaleza a diferencia de en la ciudad.

Como cualquier envoltura, es más fácil romperla en donde es más delgada y extender la abertura rasgándola hacia donde es más gruesa. Esto no significa que no se pueda romper en el punto donde es más gruesa o donde tiene más capas, sólo requiere de mayor esfuerzo y estrategia. La complejidad de la civilización agrega capas sobre el mundo mientras que en la naturaleza las capas son más bien aquellas con las que nos envolvemos a nosotros mismos.

“Cualquier lugar natural contiene una reserva infinita de información y, por consiguiente, un potencial inagotable para nuevos descubrimientos”

– R. Louv; Last child in the woods.

Al salirnos de los lugares cubiertos por capas de concreto podemos empezar a notar y experimentar los detalles presentes en la naturaleza los cuales, por más pequeña que sea la extensión del terreno, son infinitos.

Lo importante no es sólo pararse en un lugar en el que no hay construcciones humanas, es abrir los sentidos y reflexionar para poder asimilar todo lo que sucede ahí. Como ejemplo, una historia:

Jared, un chico de noveno grado cuyo padre es director de una escuela primaria, se quejaba de que, a pesar de que las vacaciones se supone que son para alejarse de todo, “lamentablemente, tenía que llevarlos a todos conmigo! Mis padres, mi hermano y mi hermana menor viajarían conmigo en un horno con ruedas por más de una semana. ¿El Gran Cañón? No tenía ninguna prisa por ver el cañón. Imaginé que seguiría ahí para mí en el futuro.” Cuando la familia llegó, Jared observó “los templos masivos del cañón”. Su primer pensamiento fue, “parece una pintura”. Estaba impresionado por la belleza y majestad de los alrededores. “Pero después de ver el cañón desde varios puntos de vista, estaba listo para irme. Aunque el cañón era magnífico, no me sentía parte de él – y sin ser parte de él, parecía no mucho más que un hoyo gigante en la tierra”. Pero las vacaciones eran jóvenes, y el estado mental de sabelotodo penetrable. Después del Gran Cañón, su familia fue al Monumento Nacional Walnut Canyon, cerca de Flagstaff, Arizona. Jared asumió que sería similar al Gran Cañón, “interesante para ver, pero nada que retenga mi atención”.

Hace novecientos años, el pueblo Sinagua construyó sus hogares bajo los acantilados de 20 millas de largo, cuatrocientos pies de profundidad y media milla de ancho. El cañón está poblado por buitres americanos, alces y pecaríes. Los hábitats se traslapan, mezclando especies que usualmente viven separadas; los cactus crecen al lado de los abetos. Jared describió detalles del camino, cómo los arbustos eran chaparros y dispersos y parecía que habían estado ahí por muchos años, y la forma de los altos pinos a lo largo de la grieta. “Mientras seguíamos la vereda hacia el cañón, el cielo se oscureció. Empezó a llover y la lluvia rápidamente se convirtió en aguanieve”, escribió Jared. “Encontramos refugio en una de las antiguas cuevas indias. Los relámpagos iluminaban el cañón y el sonido de los truenos hacía eco en la cueva. Mientras esperábamos a que acabara la tormenta, mi familia y yo hablamos sobre los indios que vivieron ahí. Discutimos cómo cocinaban en las cuevas, dormían en las cuevas, y encontraban refugio en las cuevas -justo como hacíamos nosotros ahora.” Observó el otro lado del cañón a través de la lluvia. “Finalmente sentí que yo era parte de la naturaleza”. El contexto de su vida cambió. Estaba inmerso en la historia viviente, atestiguando eventos naturales fuera de su control, muy consciente de todo aquello. Estaba vivo.

“El estado mental del sabelotodo es, en realidad, bastante vulnerable. En un segundo se quema y algo esencial emerge de sus cenizas”

– Richard Louv, Last child in the woods

 Mariana Rodríguez – Experiencia y Aventura

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